viernes, 24 de abril de 2009

Negociaciones


Quizás él lleva razón, ese profesor que tengo por uno de los mejores que he conocido a lo largo de la carrera. El mismo que considera que toda relación social es una mesa de negociación, incluso la de la pareja. Que el amor, o eso que llaman amor no es más que una relación de poder, como todo, en la que dos (o tres, o cuantos sean) delimitan ámbitos de dominio. Y tú pareces darle la razón cada día un palmo más. O será que el amor, o eso que llaman amor, se te acabó borrando de donde quiera que se esconde cuando existe. O será que ya no me necesitas en la maldita relación de poder, ni en la aborrecible mesa de negociaciones. Que ya no te hago sentir tan rubio, ni tan alto, ni con los ojos tan azules... o que me coartaron las cartas, o que se coartaron solas cuando coartamos las cartas que jugaban otros porque la funesta relación de poder ya no precisaba tampoco de mi. O que Dios existe y da a cada cual lo que merece. O que me conoces demasiado. Qui lo ça.

"Seguí cantando, cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,..."
Mª Elena Walsh, Como la cigarra, 1972


martes, 21 de abril de 2009

De ofinicas y burócratas. La TGSS y Gonzalo Bilbao


Los burócratas no entienden de sentimientos. Te aguardan al otro lado de la barrera que impone su mesa de oficina. No atienden a razón, ni a sentido común ni a la lógica más básica, sólo conocen formulismos, fechas concretas incuestionables con base sólo en el papel, sellos oficiales y fotocopias compulsadas. Da igual quién o qué seas tú, sólo importa tu DNI, tu estado civil y tu fecha de nacimiento. A veces, la firma, pero ni siquiera es imprescindible, cualquiera podría volver la esquina y firmar por ti si fuera preciso, no se molestan en confirmarlo.
El burócrata asiente automáticamente mientras le hablas para a continuación decir lo que su encasetado lenguaje le permite, igual para todos y a todas horas, no importa cuál sea tu problema, él siempre lo comprenderá, pero nunca te dará la sencilla solución que necesitas. De él sólo puedes esperar más papeles, formularios y modelos 123. A veces tienes incluso menos suerte y en lugar de tratarte fríamente te muestran su sensación de enfado y pagan contigo sus malos modales, no pocas veces.
Antes de llegar al burócrata es necesario seguir el protocolo, que precisa indefectiblemente al menos media hora de espera, a veces sentado, a veces de pie, siempre rodeada de los suspiros de tus compañeros y acompada por la constatación frente a tus narices de que el burócrata, por lo general y a pesar de cuantas veces te diga que no puede atenderte porque está muy ocupado, nunca trabaja, o casi nunca. Se entretiene en hablar frugalmente con sus compañeros para contribuir a que se cumpla la parte del protocolo que tiene que ver con la antedicha espera.
En fin... de todo tiene que haber en esta viña del señor.