jueves, 16 de octubre de 2008

Deseos

Y digo yo que las tertulias debieran regresar a España con nosotros. Y puestos a pedir… el sistema educativo bien podría mejorarse y no estaría de más que los precios se disparasen hacia abajo, que los Estudios de Letras fueran los que se consideraran “deficitarios” y con eso se subvencionasen más, que dieran más Becas, descendiese el paro y encontrásemos la cura para las enfermedades que más nos atormentan (para qué mencionarlas). Que en mi casa, como en la del resto de los seres medianamente humanos se acabasen los problemas y todas las madres buenas del mundo consiguieran en sus vidas ser un tanto felices (no pido más, sólo un tanto, como debe desearse para cualquiera). Que la música nunca dejase de sonar y el teatro llenase los escenarios y las calles. Que volviéramos ¡a las aulas! (“que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”), que se pusiera de moda el buen Cine, la Literatura y la Historia. Que todo el mundo supiera de qué habla y que el que no lo supiera tuviese una curiosidad infinita por aprender. Que los Maestros volvieran y los Profesores recuperaran su función, o la recordaran quienes la hayan olvidado. Que los niños tuvieran infancia y los adolescentes adolescencia… que la juventud no se perdiera con los años y que fuéramos lo suficientemente maduros como para serlo realmente. Que no fuera injusto elegir y que a todos les estuviese permitido en la misma medida, sin coacciones ni recortes de libertad. Que supiéramos qué es eso, de paso. Que nos importasen los por qués y los cómos, que nos fijásemos en los procesos y no sólo en los resultados finales. Que la Edad Media le resultase interesante a todo el mundo (lo digo porque es importante tener con quién y de qué charlar) y la Literatura pareciera a todos necesaria para sobrevivir. Que todo el mundo leyera Cien Años de Soledad al menos una vez en su vida y fuera consciente de qué es el poder echando un vistazo al Otoño del Patriarca. Que volar no fuera tan caro y Buenos Aires o Santiago de Chile no estuvieran tan lejos (o no lo estuviera yo de ellas, según se mire)… Y digo yo que mientras todo esto se pone en marcha también podríamos entretenernos “en vagabundear”, viajar en un “barquito de papel” o sencillamente esperar que “dormidos al anochecer nos volviera a encontrar la luna”.


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