martes, 7 de junio de 2011

Explotar


Temo que esta pequeña ventana también se me quedará pequeña, pero he sentido la necesitad de usarla: de transmitir lo feliz que hoy, sin saber por qué, me siento. Y eso es lo que más feliz me hace: sentirme feliz simplemente porque sí, aun a pesar de lo nublado que está el día, aun a pesar de que haya cosas importantes que no son como deseo. Aun a pesar de todo. Porque sí. Porque hay tantas cosas que merecen la pena.

miércoles, 25 de mayo de 2011

De ayer a hoy

Dice José Antonio Maravall que allá por los siglos plenomedievales la ciencia, el saber, pasaron a ser necesarios para que la sociedad fuese virtuosa y feliz. Esto fue el resultado de muchos años, y siglos, de cultivo de la idea de que el conocimiento era esencial en los dirigentes. Ya el mundo romano había adelantado algo al respecto -piénsese en Platón- y el mundo medieval hizo prosperar esta idea desde prácticamente sus inicios.

A mediados del siglo IX la condesa visigoda Dhuoda escribía un manual destinado a la educación de su primogénito, Guillerno, en el que se establecía la línea de conducta que aquel debía seguir para ser virtuoso y prestar servicio a su señor, en el palacio imperial, como era menester, no sólo como militar, sino como consejero. Esos dos pilares básicos, que habrán de ser los dos elementos esenciales del juramento vasallático en los siglos de esplendor del Feudalismo, procedían de la unión del espíritu y valor militar traído por los pueblos germánicos con ese cultivo de las virtudes morales e intelectuales que habían subsistido de la cultura clásica.

El llamado renacimiento carolingio no dejó de valorar ese aspecto intelectual, desarrollando la organización de escuelas. Los hombres del saber, que aún no conformaban un grupo social limitado y con una función pública clara, servían de instructores de los dirigentes, de los reyes. Seguían siendo aún ellos, los gobernantes, quienes debían cultivar su sabiduría ayudados por esos maestros. Sólo así, sabiendo, podían -sin olvidar el valor militar- ser buenos gobernantes. Así llegamos a la idea de las primeras líneas: el saber pasó a ser algo necesario para la vida. Así se valora en las fuentes, así llegamos a un rey como Alfonso X de quien, con todo sus defectos, sabemos que valoraba el saber.

Poco a poco, esos hombres que inicialmente fueron maestros de reyes fueron engrosando un grupo cada vez más cohesionado y definido que pronto acabaría generando incluso una conciencia que podríamos llamar “estamental”. Desde el momento en el que el estado se complejiza, los reyes deben “delegar” parte de esa necesidad de sabiduría en sus servidores más cercanos. Sabiduría que, por otra parte, era fundamental para el buen funcionamiento de la administración y el estado. Alfonso XI, en la primera mitad del siglo XIV, se rodeó de personajes cultivados que, progresivamente, dejando al margen su condición social menor, elevaron su categoría en la corte en función de sus aptitudes políticas y la buena aplicación de sus conocimientos, que fueron generosamente compensados por el rey. Se seguía valorando, de otro modo más acorde con la evolución de los tiempos, el saber.

Sería infantil afirmar que los tiempos medievales eran con mucho mejores que los actuales, líbreme la cordura de hacerlo, pero cuando una lee acerca de ciertos aspectos, como el que brevemente se ha resumido líneas arriba, se pregunta por qué la sociedad ha perdido ciertos valores al seguir progresando. O, si no los ha perdido, no los aplica. Me gustaría poder decir que la política actual se rige por el conocimiento y el buen hacer, que la elevación social se produce en función de las aptitudes (y las actitudes) de nuestros gobernantes, de su preparación y su buen gobierno. Pero, hoy por hoy, estaría mintiendo si lo afirmase. Espero que esto cambie más temprano que tarde.

sábado, 21 de mayo de 2011

"Llevan razón", por Concha Caballero (El País)

El mundo ha sido ocupado por los antisistema y nadie ha dicho nada. Han asaltado el corazón de los Estados; han privatizado bienes y servicios públicos; han zarandeado Gobiernos hasta doblegarlos; han comprado voluntades; han alquilado expertos en la defensa de sus posiciones reclutados en los templos de la sabiduría de cada país. Han proclamado la supremacía de las operaciones financieras sobre los derechos humanos. Han arrebatado a la democracia su poder de decisión sobre los poderosos y han obligado a todos los ciudadanos a pagar su crisis con el dinero de sus salarios y con el futuro de su juventud. Han reducido la política a un juego de poder sin sustancia. Han sembrado la desconfianza y la confrontación entre los pueblos y nos han arrebatado toda esperanza. Son los ocupas de la City, de Wall Street, de Pudong, de La Defense o del barrio financiero de Madrid.

Recorremos el camino hacia lo que los sociólogos conocen como "la espiral letal de la plutocracia" y cuya regla es muy simple: cuanto mayor es la concentración de riqueza, mayores son las capacidades de este segmento adinerado y privilegiado para cambiar las reglas del juego a su favor. Por eso, tal como advirtió Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema: "Podemos tener democracia o riqueza concentrada, pero no podemos tener ambas".

Contra esta ruleta de la fortuna, de los privilegios, del secuestro de la política, han salido los jóvenes a la calle y han levantado un campamento de esperanza en nuestras calles. Hay quienes los miran con hostilidad. Son los que habían emprendido una campaña de desprestigio contra ellos, los que hace unos días le reprochaban su silencio, su apatía y su conformismo por no tomar parte en la revuelta conservadora de nuestro país. Ahora les llaman okupas, desharrapados y extremistas. Hay quienes les miran con miedo porque usan un lenguaje que no entienden, unas claves que desconocen. Otros, aun compartiendo sus argumentos, les miran con recelo porque creen que eso supone el suicidio de la izquierda o con paternalismo porque lo consideran electoralmente beneficioso. Son viejos tics de una vieja izquierda que no ha comprendido todavía que su único futuro consiste en su radical transformación.

Simplemente, nos habíamos acostumbrado a no escucharlos. Nos habíamos adaptado a escribir sus vidas con minúsculas y sus dramas con diminutivos. Habíamos convertido sus problemas en microhistorias personales, su desilusión en una parte de la intrahistoria familiar.

Les escuchábamos hablar de sus salarios de 400 euros; de empleos tan inestables que no les daba tiempo ni de conocer a los compañeros; de sus estudios y títulos convertidos en papel mojado. Les habíamos visto despedirse en los aeropuertos, con el alma encogida, convencidos de que aquí no hay esperanza ni futuro. Y, a pesar de eso, pensábamos que eran una nota a pie de página de la historia.

Les habíamos señalado con el dedo, convertidos en ni-nis para ocultar nuestro fracaso y ellos mismos acunaban el fantasma de la desilusión en la habitación prestada de sus padres. Ahora han decidido que su pequeña historia se escribe con mayúsculas, que sus problemas no son individuales y que no se resignan a la espiral infernal que reduce la democracia.

Han salido a la calle, acompañados de rejóvenes entusiasmados; se han sacudido a manotazos la culpabilidad o el miedo, y más que indignación producen una emoción parecida a la esperanza, a día por estrenar, a nuevos conocimientos que podemos aprender, a viejos vicios que podemos desterrar. A pesar de las fechas electorales, a pesar de las contradicciones y de los balbuceos, a pesar de los interrogantes que nos acechen.

En Madrid, en Granada, Barcelona o Sevilla, veo a los jóvenes empuñar una escoba para mantener limpia la acampada y huir de la imagen de botellona con que pretenden desprestigiarles. Miran la luna llena a través de los espacios rotos de una lona que apenas les cubre de la lluvia. Tienen una enorme tarea que hacer: barrer las mentiras repetidas, las ilusiones perdidas y los crímenes diminutos que amenazan nuestra democracia.

domingo, 15 de mayo de 2011

Hipocresía


Hoy, rompiendo un poco con la tónica general, he comido en el salón viendo la tele. Mientras saboreaba un plato de raviolis con salsa al pesto y queso de cabra, me interesaba por las noticias acerca de los palestinos que hoy celebran la Nakba o los lorquianos que se agolpan en el campamento que han establecido para ayudar a los afectados por el terremoto o, incluso, la miseria de aquellos que desde otros lugares acuden a intentar colarse en el mencionado campamento. Luego, coincidiendo con el fin de mi almuerzo, he apagado la tele y he seguido con mi vida: un delicioso café para acompañar el trabajo. Las cosas de nacer occidental.

sábado, 16 de abril de 2011

Sevilla en un día de Abril

Mientras una parte de Sevilla se prepara para la semana próxima, corta las calles, pone las gradas colapsando el centro, se coloca los trajes y las insignias, viste a los niños iguales y lleva el polito sobre los hombros, otra parte de Sevilla, al margen, emprende la marcha de cada año siguiendo la orilla del Guadalquivir hasta el puente de Triana para extender la bandera tricolor al son de un Viva la República.

martes, 12 de abril de 2011

Recuerdos prestados

Tengo recuerdos que no son míos. Una mujer ante las tapias de un cementerio, esperando la muerte delante del cañón de un fusil, temiendo no tanto a la incertidumbre del vacío como a la certeza de saber a su hija creciendo sola en un país destrozado. Sí, una vez conocí a Laura Soto. Me estaba esperando entre las páginas del registro de defunciones del Juzgado de Paz de Aznalcóllar. Teníamos 18 años.


domingo, 6 de febrero de 2011

Mañanas, mañana

"¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van?"

(Silvio Rodríguez)


Aquellas mañanas por las que transitábamos juntos me hacían perder el sueño de madrugada, impaciente por su llegada. Ahora no espero nada. Duermes en mi cama, pero tu sueño no me tranquiliza, me llena de la angustia de saber que no lo poseo, que habrá algún mañana en el que ya no estés.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Te doy una canción



"...como no te me quitas de las ganas,
aunque nadie me vea nunca contigo.
Y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años..."

(Silvio Rodríguez).


Volviendo a los clásicos...

lunes, 31 de enero de 2011

Rebeldía para los tiempos que corren


"...pero la rebeldía no es un gesto altisonante, no es un grito, no es un insulto, no es una pedrada, no es una mala contestación, es mucho más profundo. La rebeldía es un grito de la inteligencia, de la voluntad (...), es una actitud intelectual (...), de la mente de cualquier ser humano. Es un posicionamiento que nace de la mente y del corazón, del fuego, del querer cambiar. Ésa es la rebeldía fundamental...".

[Julio Anguita, Discurso del homenaje La Izquiera con Saramago, 1999]

martes, 18 de enero de 2011

Volver al agua


Y después
de los fuegos ahogados
por las matemáticas del espejo,
las liturgias del desorden
y otros templos
de mundos, demonios y carnes,
cuando ya el crepúsculo
es oro que baña los restos heróicos
de naufragios por venir
y la noche del hielo se presiente tan próxima,
me apresura la inaplazable sed
de volver al agua, de volver al agua...
al origen del mismo donde se fraguara
el hierro de la vida,
con la firme intención de revivir,
desde las húmedas
pavesas de lo vivido,
tiernos incendios de olas
en tus sueños,
y en los míos,
feroces océanos de luz
entre humos de espumas olvidadas,
con el soplo apenas
de mi latido
más ávido de ti.

Pero antes,
tendré que quemar, con lágrimas,
todas las fotografías.

(Luis Eduardo Aute, 2010)

sábado, 1 de enero de 2011

Decepciones

Ciertamente, el hombre es el único animal que tropieza innumerables veces con la misma piedra. Así acaba con todos los huesos rotos.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Quales son las cosas que comunalmente pertenecen a todas las criaturas.

Las cosas que comunalmente pertenecen a todas las criaturas que biuen en este mundo, son estas; el ayre, e las aguas de la lluuia; e el Mar, e su ribera. Ca qualquier criatura que biua, puede vsar de cada vna destas cosas, según quel fuere menester. E porende todo ome se puede aprouechar de la Mar, e de su ribera, pescando, o nauegando, e faziendo y todas las cosas que entendiere que a su pro son. Empero si en la ribera de la Mar fallare casa, u otro edificio qualquier, que sea de alguno, non lo deue derribar, nin vsar del en ninguna manera, sin otorgamiento del que lo fizo, o cuyo fuere; como quier que si lo derribasse la Mar, o otri, o se cayesse el, que podría quienquier fazer de nueuo otao edificio en aquel mismo lugar.


(Partida III, Título 28, Ley III)


Me pareció un texto bonito.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Hijo de la luz y de la sombra

De nuevo, una maravilla. No sé cómo este hombre lo hace, pero sabe entender a los poetas como ninguno:



Les dejo el poema, precioso, de Miguel Hernández:

( Hijo de la sombra )

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada del sol adonde quieres,
con un sólido impulso, con una luz suprema,
cumbre de las montañas y los atardeceres.

Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.

El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.

La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor la sombra late como si fuera
las almas de los pozos y el vino difundidas.

Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
la visible ceguera puesta sobre quien ama;
ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.

La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
besos que la constelen de relámpagos largos,
bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
arrullos que hagan música de sus mudos letargos.

Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.

El hijo está en la sombra que acumula luceros,
amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
Brota de sus perezas y de sus agujeros,
y de sus solitarias y apagadas ciudades.

El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
tendiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

II

( Hijo de la luz )

Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
recibes entornadas las horas de tu frente.
Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.

Centro de claridades, la gran hora te espera
en el umbral de un fuego que al fuego mismo abrasa:
te espero yo, inclinado como el trigo a la era,
colocando en el centro de la luz nuestra casa.

La noche desprendida de los pozos oscuros,
se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
Y tú te abres al parto luminoso, entre muros
que se rasgan contigo como pétreas matrices.

La gran hora del parto, la más rotunda hora:
estallan los relojes sintiendo tu alarido,
se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.

El hijo fue primero sombra y ropa cosida
por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
Con sombras y con ropas anticipó su vida,
con sombras y con ropas de gérmenes humanos.

Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
Y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.

¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo!
Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras.
Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo.
Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.

Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
dormidos y despiertos con el amor a cuestas.

Hablo, y el corazón me sale en el aliento.
Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.

III

( Hijo de la luz y la sombra )

Tejidos en el alba, grabados, dos panales
no pueden detener la miel en los pezones.
Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
luchan y se atropellan con blancas efusiones.

Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
tú toda una colmena de leche con espuma.

Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
laboriosas abejas filtradas por tus poros.
Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
junto a ti, recorrida por caudales sonoros.

Caudalosa mujer: en tu vientre me entierro.
Tu caudaloso vientre será mi sepultura.
Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
verían que grabada llevo allí tu figura.

Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
fundidos como anhelan nuestras ansias voraces:
en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.

Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,
laten junto a los vivos de una manera terca.
Viene a ocupar el hijo los campos y la casa
que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.

Haremos de este hijo generador sustento,
y hará de nuestra carne materia decisiva
donde asienten su alma, las manos y el aliento,
las hélices circulen, la agricultura viva.

Él hará que esta vida no caiga derribada,
pedazo desprendido de nuestros dos pedazos,
que de nuestras dos bocas hará una sola espada
y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.

No te quiero en ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me han dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana.

Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Nostalgia



Resulta extraño sentir nostalgia. No permite continuar. Uno se detiene en los detalles del pasado y pasea sobre ellos sin permitirse seguir adelante, anclada en algo que ya no existe. Las imágenes se amontonan, la tristeza se agolpa. Y mientras se está buscando algo sin importancia entre un montón de archivos, acabamos cruzándonos con una puerta a través de la cual se dibujan los mundos perdidos. Esa foto donde sonríes, y esa otra que me hiciste y en la que la felicidad parece estar desbordándose (fíjate que hasta alguien me dijo que salía muy guapa, ¡yo!, y es sólo porque tú me hacías la foto). Lo recuerdo perfectamente, paseando por un canal durante horas, simplemente con la compañía del uno y el otro y la conversación y los besos que queríamos prestarnos. Libremente. Simplemente porque sí, porque ése era nuestro deseo.

Pero, ¿por qué el deseo se escapa? ¿Por qué se escapa tu deseo si el mío sigue permaneciendo ahí, inmutable, para recordarme todo cuanto no será? ¿Qué es lo que convierte las cosas en diferentes? ¿Por qué no puedes seguir regalándome la misma mirada? Y, ¿cómo es posible que a pesar de ello el reloj no se detenga y todo siga igual cada mañana al despertarme, como si no pasara nada, como si no importara?

Tomando las palabras prestadas, "te hubiera salvado de la duda que tantas encrucijadas dejan en los pies...".

lunes, 18 de octubre de 2010

Mi bici

Esta es mi bici. Y hoy quiero hablar de ella porque he estado a punto de perderla. Ha sido cuestión de unos segundos que un malintencionado que ha dejado todos mis candados hechos añicos se la llevara. Afortunadamente, pudo evitarse. Todavía no me lo acabo de creer.

Es mi bici y le tengo cariño. Posiblemente a ese tipo no le habrían dado apenas nada por ella, pero es mi bici. No es una bici, es mi bici, la bici que compré hace años ahorrando el regalo de varias celebraciones (cumpleaños, reyes magos y todas esas cosas). Y no es que fuese una bici carísima, sino que en aquella época tenía que ahorrar mucho para poder darme un capricho y quizás por eso le tengo aún más cariño. Porque ha vivido conmigo durante los últimos años, ha terminado conmigo la carrera y me ha llevado siempre que el tiempo nos lo permitía a cada una de mis clases de doctorado. Ella, compañera fiel en el tren y en las calles. Compañera de paseos inolvidables.

Y un señor al que no conocemos de nada ha pretendido llevársela hoy, esta noche, hace apenas un rato, en mis propias narices, mientras yo hablaba con unos amigos a la salida del coro, en el edificio del Ateneo de Sevilla. "Tengo que irme", dije, y al levantar la mirada me di cuenta de que alguien hacía algo extraño. Y aún así me costó reaccionar y la reacción fue salir corriendo a salvar mi bici. Porque es mi bici y es la que quiero y es la que necesito.

Esas cosas que se hacen. El tipo llevaba un instrumento de ellos de cortar cadenas escondido bajo la camiseta y yo salí corriendo a buscar mi bici sin pensar que ese tipo podría no haberse ido corriendo, que es lo que hizo cuando me vio llegar a mi y a los cuatro amigos que vinieron detrás mía, creo que sin saber muy bien por qué ni a dónde.

No sé si ustedes tienen alguna manía. Yo tengo muchas. Desde que era pequeña estoy convencida de que me da mala suerte estrenar cosas, principalmente ropa, desde un chaleco hasta unos calcetines. Y hoy estrenaba zapatos. De esto me he dado cuenta al llegar a casa y comprobar que esa regla de tres que creía superada sigue ahí. Luego me ha dado por pensar si realmente en lugar de mala suerte por un intento fallido de robo de bicicleta, lo que he tenido no habrá sido buena suerte por haber logrado llegar a tiempo a rescatarla.

En fin, esta es mi bici y, afortunadamente, sigue conmigo. Y espero que mucho tiempo porque cuando la busqué lo hice con la idea de que me acompañara durante toda la vida. Uno tiene que ir rodeándose de cosas que no le abandonen.