Los burócratas no entienden de sentimientos. Te aguardan al otro lado de la barrera que impone su mesa de oficina. No atienden a razón, ni a sentido común ni a la lógica más básica, sólo conocen formulismos, fechas concretas incuestionables con base sólo en el papel, sellos oficiales y fotocopias compulsadas. Da igual quién o qué seas tú, sólo importa tu DNI, tu estado civil y tu fecha de nacimiento. A veces, la firma, pero ni siquiera es imprescindible, cualquiera podría volver la esquina y firmar por ti si fuera preciso, no se molestan en confirmarlo.
El burócrata asiente automáticamente mientras le hablas para a continuación decir lo que su encasetado lenguaje le permite, igual para todos y a todas horas, no importa cuál sea tu problema, él siempre lo comprenderá, pero nunca te dará la sencilla solución que necesitas. De él sólo puedes esperar más papeles, formularios y modelos 123. A veces tienes incluso menos suerte y en lugar de tratarte fríamente te muestran su sensación de enfado y pagan contigo sus malos modales, no pocas veces.
Antes de llegar al burócrata es necesario seguir el protocolo, que precisa indefectiblemente al menos media hora de espera, a veces sentado, a veces de pie, siempre rodeada de los suspiros de tus compañeros y acompada por la constatación frente a tus narices de que el burócrata, por lo general y a pesar de cuantas veces te diga que no puede atenderte porque está muy ocupado, nunca trabaja, o casi nunca. Se entretiene en hablar frugalmente con sus compañeros para contribuir a que se cumpla la parte del protocolo que tiene que ver con la antedicha espera.
En fin... de todo tiene que haber en esta viña del señor.
El burócrata asiente automáticamente mientras le hablas para a continuación decir lo que su encasetado lenguaje le permite, igual para todos y a todas horas, no importa cuál sea tu problema, él siempre lo comprenderá, pero nunca te dará la sencilla solución que necesitas. De él sólo puedes esperar más papeles, formularios y modelos 123. A veces tienes incluso menos suerte y en lugar de tratarte fríamente te muestran su sensación de enfado y pagan contigo sus malos modales, no pocas veces.
Antes de llegar al burócrata es necesario seguir el protocolo, que precisa indefectiblemente al menos media hora de espera, a veces sentado, a veces de pie, siempre rodeada de los suspiros de tus compañeros y acompada por la constatación frente a tus narices de que el burócrata, por lo general y a pesar de cuantas veces te diga que no puede atenderte porque está muy ocupado, nunca trabaja, o casi nunca. Se entretiene en hablar frugalmente con sus compañeros para contribuir a que se cumpla la parte del protocolo que tiene que ver con la antedicha espera.
En fin... de todo tiene que haber en esta viña del señor.
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